lunedì 23 luglio 2012

La fama

La Fama


Dime, pintor, ¿por qué al morir has muerto a la edad de un juglar?

¿Por qué has soñado el silencio, por qué portas una cota de malla?
¿Por qué al contenedor de esa pomada su cuello has ahorcado
y como a brujas has condenado el pelo en un pincel?

Amarradas están las voces y las horas:
Un sopor como aquel que a su Roma hasta el cielo hizo arder, y,
su vestido, clavado en los cuatro ángulos del mundo,
bajo el imperio de sus voces y nudillos
quiso predicar las noticias del nuevo arte
quiso hacer muñecos y pinturas
sobre la capa de yeso,
el mismo yeso de los calcos grecos,
donde vive nervioso
el lino crudo de Béligica.


Dolores, dolores máximos:

¿Por qué?
Ha venido a conseguir fama
después de muerto.

“Raquel, que llora a sus hijos y no quiso ser consolada,
porque perecieron”.

Pintor, pinta el dolor actual, ¿o tienes los ojos cerrados?

“Yo pinto lo bello, porque pintar ya en sí es como sangrar”, respondió éste.

La calle, la acera; una ventana abierta, un cuadro de rojo escarlata;
el período azul, el período rosa; la aurora en un lienzo napolitano,
un manchón en Favretto, el niño enfermo de Arturo,
la Última Comunión en Rojas...

Un lector y un silencio, un montón de huesos,
ansias laceradas a cuchillazos, sucias cadenas,
zarcillos, pasteles humeantes...

Dime pintor, ¿por qué cuando pintas reflejas tanto pesar?

“Porque hacer el amor es como pintar, y no se llega al placer
sino a través del dolor”, respondió éste.