lunedì 29 aprile 2013

Altas estepas del rostro, o bien, il barbone


Bajo un puente vivía, entorno al puente de Milvio,
lleno de picadas de zancudos, y pulgas de toda clase.
Reinaba entre sus canes, besando las barbas de Neptuno,
Dime, rey de gusanos, ¿cuántas veces paseaste a la reina Mab,
en tu consorte volante de mosquitos africanos?

Hacía buenos dibujos, tenía mano de roble.
Le pesaban los dedos como cabras en torno al Coliseo.

Eran días negros, los 72, donde un poeta
loco, morto di fame, con el martillo hizo caricias
a la madre de Cristo.

Vivía allí, olvidado de todas las clases.
Cuando quería amores, los procuraba a las señoras
que junto al Tevere vivían, esposas de abogados y giornalistas.

Mujeres, que en vulgar romano llaman “ le porche”,
y que significaban la idea popular, aquella del sol,
que sale para los buenos y para los malos.

Reinaba como podía aquel hombre, sin criticar a sus siervos ni
vasallos. Con la lengua le mojaban las manos, moviendo la cola
sin decir una palabra, sólo ladridos, sólo ladridos.

Un día se fue a dormir y alguno, un tipo, todo pelado y de camiseta verde,
viéndole tranquilo fumarse un cigarro en verano
fue allí con gasolina, repitiéndose palabras “nobles”
y de su carne hizo una luz roja que se fundió en gritos
tristes y ciegos, y tantos otros ladridos.

Rascacielos, rascacielos, arranca suelos


Alzándose aquella loca, mujer como se sabe de 91 años de edad, entre las barbas de los prelados que asistieron a su funeral sin invitarla, dijo como si nada: “Vengan a mi solar, que os he preparado una cena”. Aquellos hombrecillos vestidos de negro se acercaron como elevados, parecidos en mucho a huevos fritos por sus calvas amarillas.

“No hemos querido ofenderla” dijeron a coro, y se remojaron los talones en jugo de salvia. La hipocresía  dejó verse como sangre a borbotones: Excusatio non petita, accusatio manifesta.

La señora,  sonrió con su sonrisa de Picasso, y les dió un plato a cada uno: clavos y panceta frita, y sin sentir pena religiosa declaró: “Al dios de vosotros, no he creído jamás”, y se metió en el bolsillo de la bata una foto de Fabrizio De Andrè.