Tomé esta fotografía
junto al Colosseo, en Roma, en marzo de este año, mientras esperaba a un amigo
que vino como turista desde Madrid. Los caballos son unas bestias fenomenales.
Pensar que cientos de personas caminan por estas calles a diario, y algunas de esas
identidades desconocidas pueden reflejarse por accidente en una foto, caer en
el segundo exacto del click; un instante tan diminuto que, los protagonistas,
ni aun pregando al Recuerdo (si éste fuese una persona) serían capaces de tomarle
la mano, o al menos un dedo, para hacerle repetir dicho instante, no sé si me
explico. Espero que les guste...
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