Las rosas, a tiros, le abrieron heridas por doquier.
Muerto cayó de la metralla, cuán dulce y loco, Federico.
Cada beso que daba era como una hormiga nueva que escapa
y que a carcajadas la miel acumula.
Federico escribía con duende, y recitaba mejor que palomas:
Cagaba sobre todas las estatuas.