Llena de veneno en la
punta:
Dos veces poblada de
puercos...
Ver a Laertes a punto de
folía, cerca del siervo que devuelve pan y queso...
donde el arco del hijo es
esclavo de los peces.
Que pretenden a Penélope
adolarada, tejiendo de día y deshaciendo de noche
el labor que espera al
rey de aquéllos, con más sueño que Aracne.
Abandonaron la patria, y
las manos y esposas,
siguiendo al negro padre
de Orestes, caro a Marte.
Veinte años para ver las
deliciosas playas,
diez desde la caída de
Ilión, de las puertas Esceas.
Donde Héctor muerto
todavía, llora su hijo; donde ya no existe Eneas;
donde Pirro venga la
muerte de su padre, y Tetis nombra antes de regar
los pies fornidos del Crónida.
los pies fornidos del Crónida.
¡Échalos a tierra, hazles
morder el polvo! Porque no se dá fácil el beso una vez la has tomado.
Devuélvele el lustre, si
tus dedos tocan sus plateadas arenas; y los pretendientes:
antes enseñoreados,
sonrientes, vivos...
Comen el pan de los
nietos y mujeres.
¡Hazles pagar! ¡Que valgan todos esos
ayes, tú que llegas!
Pues no es cosa fácil
encontrarla, aún sin miedo a los monstruos.
Tú que perdiste a todos
los fieles en las rocas de Escila,
lucha, soporta el juego
de los númenes que sonríen de tus males...
Viaja y convierte esas
dulces heridas, el frío y desnudez que los mares provocan.
¡Hermoso es aquéllo, una
vez poseída, bañada de perlas, digna escuela
por quien por tanto
pasaste...!
Todo sea para llegar a ti, Ítaca, ¡rara entre los dones todos!
zarpado el poema.
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