venerdì 8 aprile 2011

Desdén



Quisiera robar de nuevo todas las perlas que sentí aquella noche;
y sin la esquela de mi entrada derramaré el nardo junto a los cofres eternos.

Era imposible dejar de ver toda aquella riqueza, y ese manto aterciopelado
que encendía la aurora ciega; qué maravilla tu azafrán, las bolitas de canela
esparcidas sobre los rieles de plata.

Tu boca más que aquella tarde.

He nacido en pos de tu almohada, la sangrienta vida que he condenado en mi idealismo;
una forma extraña de existencia que tus senos han transformado en ventura.

Sin que la estrella sea condenada, hay que conseguirla en sus labios.


Perdido estuve en el cadalso de tu boca, recorriendo en la locura las mejillas
de una loma desnuda aclarada por las nieves lunares.

Y seguías cantando.

¿Para qué volver a verte?

Has callado para oírte.

Has conseguido besarme.

Volveré para iniciar contigo una charla de la cual no escaparás
así apeles en tu inexistencia al desierto; ya no hay salida para tu especie.

Pues toda está perseguida.

Y mi nombre se borrará de tu libro.


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