En silencio, el camino
Aleteo de la espera que
señala
Ruiseñor de las horas, tú
que a los nacidos llamas
Escultura del tiempo.
Dame palabra:
“La più cristiana delle
opere”:
Niños a luz dar, entre
llantos.
Amargo grito que a
silencio hiere
Como estaca a tierra,
alzado el edificio.
Luego, el dolor que se
apaga en alegría
Por un comienzo, tu
primario ejercicio
Llena, tus ojos llena,
llena porque abarca
La visión del recién
llegado.
“Hijo”, la primera
palabra.
No deberías tú haber
sufrido por traerme.
¿Y cómo haber nacido,
cómo marcarte en mi venir
Sin el significado que te
señó de flagelos semejantes?
Mater, absoluta entre los
seres
Que a viento entregan sus
horas
Preocupadas por vagos
presentimientos
Y precipicios abundantes,
del cruel camino de sus hijos
Tú que a la guerra das
tus crías
Tú, que sujetas la mano,
tan nueva en la pintura
Como greca estela que te
besa los días
Ten en cuenta que pequeño
somos, y fuimos
En tus brazos una volta
Sí, aquellos sueños de la
infancia
Porque fuimos insensibles
y crueles
En los primeros años
Y tú, señora, nos
cuidaste:
Donna, hija de los
antiguos.
Que miras crecer el tiempo, tejiendo espejos aluscinantes
Tú, que si mucho
proteges, nos curvamos
Y desafiamos al destino
con un puño.
Tú, que si nos dejas
morimos
Debajo del asfalto el
cielo, la muerte de los peces.
Tú, justa idea: déjanos y
tómanos
Para ser justos.
¡No nos salves! Para no
ser nosotros luego carnívoros del prójimo.
Ahora mismo, ¡interviene!
Porque sin tu mano
Rapidamente iremos al
abismo.
Que sea hecho el
equilibrio.
Recuerdos de caídas, de
una señora que me lavó.
Luego vienen las cosas de
las que nada recuerdo.
Pues dicho me ha sido que
viví en un abismo antes de la luz ver.
Cierto es, porque tu
vientre entonces era un lugar así.
Y el de todas las madres.
Nunca escuché tu voz, y
de haberlo hecho, nada recuerdo.
Nada recuerdo ancora, a
pesar de mis preguntas
Si antes de entonces fui
algo en alguna parte.
Si antes de ver la luz,
existí en un lugar diferente.
Pero nada de eso sé, ni
tú, que me trajiste en tu vientre
A este sol.
¿A quién pues, he de
preguntarle?
Y me dirijo a tu Dios, y
le domando.
Pero tampoco he de saber
nada, porque me fue dedicado así
Por título de obra: nada
saber, nada ver, nada oír.
Nada ser, más de lo que
me ha sido dado aquí.
Perseguir lo que alguien
me dio: el arte amar.
Para de hambre quizás
morir, y ser feliz
(Aun siendo rico)
En la nada de mis obras.
¿Será que a alguien fue dado mis obras amar?
Pero ¿quien soy yo, que
vine de ti?
Tú también me formaste
físicamente.
Mi rostro en tu vientre
cogió forma...
Y cuando a tus espejos
miro
Miro la obra de tu carne,
porque
Solamente parezco lo que
en ti fui hace tiempo.
Pero ya no estoy allí, en
la cuna de tu vientre.
Desde hace mucho ya, y
desde entonces tanto ha sido.
Más son las cosas de las
que no te he dado gracias;
Y más son las veces que
hice lo indebido.
Aunque el tiempo me ha
cambiado.
Porque esa primera cara
que me diste, está debajo de mi cara.
Y todo en este rostro
(que los meses han creado),
está influenciado por ella.
Y la gente ha odiado mis
manos, y mis ojos.
Y la gente me ha amado, y
mis versos y mis manos.
Todo en este mundo, todo
aquí.
Mientras tú sufrías por
mí, porque ayer fui niño, y ahora no.
Y aunque mi niñez murió,
todavía vivo.
Lo sabes tú, que recuerdas
de ello, más que yo.
No sé pues, cosa decirte.
Desde este lado del
mundo, de este lado.
Los años han pasado, pero
tú
Sigues siendo mi madre.
Gracias, pues, de los
sacrificios hechos,
De los cuidados
matinales,
Tantos fueros, cuando
nada era posible
Hacer por mí mismo
Llevarme a la escuela:
aquel cuaderno perdido.
Puede ser que lo
recuerdes, aquella primera vez
Que me dejaste solo en el
colegio.
Tal vez los años más
difíciles, y los que vinieron después.
La falta de Jovi, de
quien también soy físicamente heredero.
Aunque pocas veces
hablamos, poco lo conocí.
Tantas cosas, el tiempo
me hace venir
cuando fuimos felices
antaño;
entonces, todo era
hermoso y los muertos aún vivían.
Sus destinos, no sé.
Porque también eso negado me ha sido.
No hay cosa más cierta:
es que tú has estado allí
De una forma u otra
Cuando por mí mismo he
vagado
Perdido dentro de mí.
Los días pueden irse: “no
se debe llorar por el cáliz derramado”.
Todavía entonces, veo en
nosotros
Que el tiempo nos ha
hecho más amigos.
Por cuanto digo, cerveza
en mano a tu salud:
¡Viva la luz! ¡Y vivan
las buenas madres!
Son más días los que nos
unen, que aquellos que nos separan.
¡A tu salud!
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