giovedì 23 agosto 2012

A veces

 


Pedazos huecos de soledades sin nombre
van a relucir sus ruedas, relojes y guitarras.
Vuelan las estepas, los leones;
escriben los dedales de asfalto
sin pasión, en los negros y tendidos adoquines.
Hay que ver, las cuentas se han apagado.
Mi imagen es como una baraja sin premio.
El poeta tiene sus hojas, el cantante su guitarra,
el mar, sus ondas; no toques a las sirenas.

Si no la respetas, el óleo puedes usar
para entristecerle
ahora que estamos solos en el mundo.

Tengo la crema rojiza,
¿Venecia será tal vez como Roma?

Estoy más lejos que los susurros
de alguien que no ha nacido;
como el aviador precipitado
en el centro de las arenas.

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