domenica 28 ottobre 2012

Rojo


Cuando me lleves
donde la luz no pueda encontrarme,
bajo tierra mi cráneo coloques,
y me impidas pintar santos
y pecadores,

cuando la luz se apague en mis ojos
y vuelva a Dios el suspiro
que ahora me invita a enviarte
unos cordiales saludos.


Tú me verás en el Juicio
y me llenará de terror tu espectro
y temeré por los pecados ocultos,
que quizás me aumenten un siglo o dos
en el abismo.

La justicia es toda una idea
que reclamamos, pero nadie practica:
un día o dos viviendo bajo un puente
gracias a las obras de un prete
que se llamaba amigo
y se jacta de ser justo
cuando a mentiras se protege;

“También le llegará la muerte”.

¿Qué me dices de los amigos,
los que a puñaladas me han
devuelto a la tierra?

¡Oh, caro Bruto!
Tú también eres una idea
la forma eterna de los injustos,
de aquellos que han traicionado
a sus propios amigos.

“Ellos también morirán”, responde
el espíritu.

¡Nadie te ha preguntado!

El ángel vuela y con su espada
a girar se enoloquece
sobre las jambas de las puertas
del primoroso Edén
descansa y se le escapa
un romano “vaffanculo”.
O bien, el “confutatis
maledictis”
que romantiza el jactar
y el azar
de los ángeles de Dios.

Pero no es así, en angélico se ríen;
ni en latín, ni en vulgar latín,
sino en madrileño salao
con los ojos mandarán el mensaje
cuando se abran los libros,
Minos inicie a medir pecados
y se lleven los primeros al
lago de azufre;
al burlarse dirán primeramente
con la mirada: “jódanse, tíos”.

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